Tardo menos en explicar que no soy informático que en contar que es un documentalista. Aunque luego haya que aclarar la segunda parte también. Así que mejor empiezo por el principio.
Durante la crisis del COVID, me pasé el primer año cobrando el paro. Mis antiguos jefes, previsores, decidieron despedirme antes de que se acabara el proyecto. Fue un gesto que, aunque duro en su momento, me permitió tener un colchón para aguantar el primer golpe de la pandemia. Pero después de ese primer año, vino una etapa complicada: frustración, la sensación de estar paralizado y, sobre todo, una necesidad creciente de ser útil, de hacer algo que aportara.
Tras pasar por un par de trabajos que no encajaron, encontré el puesto que hoy desempeño: documentalista en informática. No es un título común, y tampoco es una función fácil de explicar. Vengo del mundo de la documentación: he sido bibliotecario, documentalista audiovisual, archivero y digitalizador. Lo mío ha sido siempre trabajar con la información, clasificarla, organizarla y hacerla accesible. Pero este salto al entorno hospitalario y al desarrollo de sistemas digitales fue, sin duda, el más desafiante.
Tuve que formarme mucho, y practicar más. Cursos, lecturas, ensayo y error, y sobre todo aprender de mis propios compañeros. Aun así, al principio me sentía completamente perdido. No solo dentro de la oficina, por el vocabulario técnico, los procesos o la jerga informática, sino también fuera, al intentar explicar qué estaba haciendo realmente. No era exactamente «TI», pero tampoco era «el de los libros».
Con el tiempo, entendí que mi función se podía resumir en una palabra: estandarización.
Formularios: diseñar, adaptar, mejorar
Trabajo principalmente con la creación y el diseño de formularios digitales que utilizan tanto los profesionales sanitarios como los propios pacientes, desde las consultas hasta la app de salud. Estos formularios tienen que cumplir con una serie de criterios corporativos, pero también deben ser intuitivos, completos, funcionales y, sobre todo, útiles para quien los usa. Aquí es donde entra el equilibrio: técnica + contenido + usuario.
En áreas como Farmacia o Oncología, hemos desarrollado flujos de trabajo muy complejos. Uno de los más relevantes nos valió un premio Kaizen por optimizar el circuito del paciente con esclerosis múltiple. Pero ese es solo uno entre muchos avances importantes.
Explotamos al máximo la herramienta que tenemos a nuestro alcance: desde simples formularios con unas pocas preguntas, hasta verdaderas arquitecturas con múltiples condiciones, dependencias y cálculos. Todo esto requiere estar muy ágiles, porque el sistema de salud está en constante evolución, y cualquier cambio en cualquier especialidad puede requerir una modificación urgente.
Informes: la parte más cercana a la documentación tradicional
Uno de los aspectos que más disfruto es la creación de informes para el paciente. Esta parte me conecta con mi formación inicial como archivero y documentalista: garantizar que los documentos cumplan con los requisitos legales, contengan los sellos, firmas y contactos necesarios, y que respeten los estándares de validación y protección de datos.
Hay algo profundamente humano en esta tarea. No es solo «un papel». Es información relevante que el paciente se lleva, que puede compartir, que puede proteger. Y ahí es donde el conocimiento documentalista marca la diferencia.
Bases de datos: el reto pendiente
Como en todo trabajo que se precie cerca del mundo informático, hay que aprender a convivir con las bases de datos. Aún estoy en proceso de aprender SQL en profundidad, aunque sé que lo esencial es entender la lógica, el orden, la estructura de la información. Mi objetivo personal es seguir creciendo en este aspecto porque siento que tengo mucho margen de desarrollo y que podría aportar aún más.
Gestión de usuarios: quién ve qué, y por qué
Otra parte importante de mi trabajo es definir los perfiles de usuario, los niveles de acceso y asegurar que se respeten bajo auditoría. Aunque es una tarea más silenciosa, es esencial para garantizar la trazabilidad, la seguridad y la transparencia del sistema.
¿Un documentalista entre informáticos?
Uno de los retos más constantes es hacer comprender a mis compañeros que no soy un informático tradicional. Recojo sus necesidades, las interpreto, les explico los límites técnicos si los hay, y luego ejecuto la idea con criterios documentales y de usabilidad. A veces, los equipos asumen que puedo resolver problemas de programación o bases de datos sin más. No es así, aunque cada vez aprendo más de ese mundo.
¿Qué me gustaría mejorar?
Me encantaría tener más documentalistas cerca. Echo en falta ese intercambio profesional entre colegas de perfil similar. También me gustaría ganar más soltura con bases de datos, entender mejor lo que pasa «por debajo» del sistema. Y, sobre todo, seguir insistiendo en algo en lo que creo profundamente: el rol del documentalista en sistemas de información digitales, especialmente en el ámbito sanitario, no solo es útil, es esencial.