Dicen los datos que Guerra y paz, de Tolstoi, tiene seiscientos personajes. Dicen las mismas fuentes que En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust cuenta con trescientos cincuenta. Juego de Tronos, de George R.R. Martin y célebre por su adaptación cinematográfica, doscientos dieciocho.
Las cifras se refieren a personajes con nombre. Es decir, figuras como “un policía”, “una camarera” o “una bailarina” no cuentan.
Sin embargo, a la hora de abordar el trabajo documental que voy a explicar en esta publicación, una de las premisas fundamentales era saber todo de todos. Desde Antonia Scott, hasta el que podríamos denominar “el apuntador”, es decir, ese personaje sin nombre que interactúa en algún momento con cualquiera de los personajes que sí tienen nombre.
Para ponernos en situación, el Universo Reina Roja, escrito por Juan Gómez-Jurado está compuesto por la trilogía Reina Roja, Loba Negra y Rey Blanco. Pero a poco que ahondemos, descubrimos que este universo se ve completado con las novelas El Paciente, Cicatriz, La Historia Secreta del Señor White, La Navaja Suiza (las cuatro publicadas antes que la trilogía), Todo Arde, Todo Vuelve (estas dos últimas publicadas con posterioridad) y Todo Muere, a punto de ver la luz.
En total suman más de cuatro mil páginas. Y del resultado de su lectura, análisis y trabajo documental, se extrae que este universo cuenta con casi mil personajes únicos. Muchos de ellos con nombre y apellido. El resto podríamos llamarlos “figurantes”, aprovechando el argot cinematográfico, ya que la historia se ha llevado a la pequeña pantalla con reconocido éxito internacional.
¿Y en qué consiste la labor documental que he llevado a cabo con esta obra narrativa? Pues a priori, algo tan sencillo como dar a cada personaje una entrada a modo de enciclopedia. Es decir, si quieres saber quién es Jon Gutiérrez, abres su página de información y encuentras datos como año de nacimiento, color de pelo, estatura… siempre y cuando sean datos que aparecen en las publicaciones, y toda su vida explicada de manera cronológica, incluyendo relaciones (padre, madre, hijos, parejas…) y todo lo que ha pasado a lo largo de su vida de ficción. Aunque suene repetitivo, siempre y cuando esa información aparezca en algún punto de las publicaciones. Estoy segura de que el autor tiene en su mente muchos más detalles e historias que hacen a cada personaje ser de la manera que son y estar donde están. Pero hasta que esos detalles no son revelados en las novelas, no pueden formar parte de su entrada.
¿Por qué hago hincapié en esto? Porque es un trabajo estrictamente documental. Aunque a la hora de abordarlo he tenido la libertad de acomodar la información desde un punto de vista propio (estoy segura de que de otro documentalista habría resultado otro trabajo), siempre he tenido en cuenta el objetivo fundamental: recoger toda la información existente de cada personaje de manera imparcial y cronológica. Cuando lees ficción es imposible no extraer conclusiones o hacer teorías propias. Pero este no era mi trabajo aquí. Por mucho que yo estuviese segura de que algo podía ser de una determinada manera, si el autor no lo explicita, no existe y por tanto, no es recogido. A eso me refiero cuando digo que ha sido un trabajo estrictamente documental.
Han sido varias las dificultades de la tarea. Una de ellas nace del tipo de publicación que hay que documentar. En un thriller, lo que al principio parece una cosa, acaba siendo otra, por lo que fue fundamental, antes de comenzar la tarea de recopilación de información, leer cada novela de principio a fin. Lecturas posteriores me permitieron extraer la información con un orden lógico.
Otra dificultad importante es que cada publicación añade información nueva sobre los personajes, por lo que hay que prestar mucha atención, no sólo al lugar donde dar entrada a los datos que desconocíamos hasta el momento, sino también a si esto cambia algo de la vida del personaje que ya estaba recogida. Hay que tener en cuenta que en esta clase de novelas los detalles de la vida de los personajes a menudo se revelan de manera retrospectiva, normalmente desordenada y a veces con sorpresas.
Un apoyo fundamental para dar coherencia a las fichas independientes pero interrelacionadas de cada personaje, ha sido la elaboración, de manera paralela, de un timeline que permite saber el orden de los sucesos de la trama.
Y bueno, no puedo dejar a un lado la mayor de las dificultades. ¿Cómo normalizar una labor documental que no está reglada, que no tiene normas, para la que no hay estándares ni clasificaciones universales? Como decía antes, ha sido una tarea encarada con libertad, pero guiada por el autor en cuanto a las premisas fundamentales. Necesité investigar aspectos literarios sobre la construcción de personajes para saber qué puntos eran los más importantes. Por otro lado, la normalización ha ido surgiendo por el propio carácter de ficción de las publicaciones. En todas las biografías existen epígrafes básicos y otros que, aunque normalizados también, tienen carácter opcional en función de la “vida” del personaje y los volúmenes en los que aparece. Por tanto, cada entrada de cada personaje tiene una apariencia estándar y un determinado orden de aparición de los datos, lo que ayuda a navegar por la información y a encontrar lo que estamos buscando de una manera más fácil.
Una herramienta documental súper útil ha sido la referencia. Utilizando un ejemplo, si el cerebro de Antonia Scott es “supersónico” hay que dotar a esa afirmación de su base documental para que se pueda consultar en cualquier momento qué se ha dicho de ese cerebro. Cada referencia incluye la frase exacta donde se explica que el cerebro de Antonia es un cerebro que trabaja a más revoluciones de lo normal, identificando después el volumen de la obra donde aparece esa referencia.
Por último, me gustaría destacar que la utilidad del resultado de este trabajo no reside sólo en tener un elemento de consulta, sino también en el ahorro de tiempo que supone poder leer en una misma entrada todo lo relativo a la vida del personaje, en lugar de tener que bucear por las páginas de cada volumen la información que se necesita consultar.
Este proyecto me ha permitido aprender mucho, no sólo a nivel documental. Para alguien como yo, que ama el mundo de los libros, desgranar la estructura de una historia tan voluminosa y que cuenta con tal cantidad de personajes ha sido simplemente alucinante.
Por último y no menos importante, también me ha servido para constatar una vez más la cantidad abrumadora de áreas que un documentalista nuestra puede cubrir. Así que me quedo con esta reflexión: tenemos la suerte de ser una profesión ampliamente adaptable, podemos pasar de entornos académicos y culturales a otros más tecnológicos sin despeinarnos. En todos ellos tenemos nuestro hueco y la capacidad de aportar normalización y sabiduría que ahorra tiempo y facilita el trabajo de los que son sabios en la materia a la cual estamos dando soporte.
Muchas gracias a Marta Piñera por la invitación para participar en este espacio. Espero que esta entrada sobre cómo documentar una ficción literaria haya sido de vuestro interés.